Adriana Varejão es una artista
plástica brasileña, una de las más importantes de la escena contemporánea parece.
Yo no la conocía, porque me mantengo en los márgenes de la información
sobre la cultura y otras yerbas. Yo no la conocía porque soy de las que
disfrutan las cosas cuando me tocan, y no mucho más que eso… y cuando eso pasa,
no solo disfruto sino que me cambian todo adentro.
Esta artista plástica es una mujer. Y la retrospectiva que Adriano
Perosa armó para el malba lo entendió muy bien. Es una mujer obsesionada con el
mestizaje, la piel, la carne, el cuerpo… la distancia entre la piel y la carne.
Las distintas pieles que se nos agregan a lo largo de la historia.
Parece que esta mujer es el compuesto proteico de japonesas, indias y
mulatas. Y que les rinde tributos culturales a todas ellas. Pinta azulejos con
una técnica milenaria que se tomó el trabajo de ir a aprender. Pinta sobre piel
los mismos diseños. Pinta sobre paredes y sobre lienzos, y los destripa… como
si de bellos animales desarmados en una cacería feroz se tratara. Como si de la
colonización americana y de sus múltiples torturas hablara. Y muestra unos
platos mestizos servidos a la mesa de quien tenga el corazón y el estómago para
verlos.
Esta retrospectiva es femenina, es cruel y directa. De líneas curvas y
sutiles también. Las metáforas no están puestas donde la racionalización
occidental y masculinizante las necesita, sino que van a donde realmente operan
en la vida real: en los sueños, en los nacimientos, en la fertilidad, en la
muerte, en la alimentación, en los continentes que podemos llamar patrias (o
matrias), hogar, baño…
Adriana me encontró a mí tratando de poner en palabras ciertas
sensaciones, ideas. Muchas de sus obras podrían ilustrar cosas que pienso y/o
escribí, que se despertaron después de haberse quedado dormidas debajo del
lienzo que la palabra racional le puso durante estos años. Su mensaje, sea el
que sea, no tiene vueltas. Sus Historias
en los márgenes reivindican sin épica o romance; sostienen sin retóricas grandilocuentes.
Sólo muestran grandiosamente: son
monstruosidades.
Ciertas cosas que horrorizan de verdad son las más familiares, son
aquellas conocidas y levemente corridas de lugar. Y, nunca está de más recordar
que sólo lo que nos da terror, nos define mejor. Eso, algunas mujeres lo
sabemos bien, y algunos hombres tienen la lucidez como para ponerlo en palabras… aunque no son palabras exactamente de lo que estoy hablando.
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